SALMO 31 (SEGUNDA PARTE)
Este salmo fue escrito por David cuando se hallaba en el exilio a causa de la persecución de Saúl.
En la primera parte de este salmo encontramos una oración muy sentida de David pidiendo a Dios liberación, dirección, protección, paz y victoria. En la segunda parte del salmo, versículos 9 a 18 encontramos a David enfrentando el difícil problema de la calumnia. Si Ud. ha sido alguna vez calumniado, sabrá por experiencia propia todo el dolor y la angustia que esto produce en la víctima de la calumnia. Bueno, David soportó esto y más. Observe lo que dice el versículo 18: "Enmudezcan los labios mentirosos, que hablan contra el justo cosas duras, con soberbia y menosprecio" Debe haber sido tal la angustia que produjeron las calumnias en David, que está pidiendo a Dios que los calumniadores enmudezcan. Así son los calumniadores. Ellos saben que hieren en donde más duele y por eso se ensañan con soberbia y menosprecio. Quiera Dios que Ud. jamás calumnie a alguien y si ya lo ha hecho, sepa que Ud. ha causado un daño irreparable.
En esta porción bíblica, David nos presenta un cuadro de lo que las calumnias produjeron en su vida.
Salmo 31: 11.13 dice: "De todos mis enemigos soy objeto de oprobio, y de mis vecinos mucho más, y el horror de mis conocidos; los que me ven fuera huyen de mí. He sido olvidado de su corazón como un muerto; he venido a ser como un vaso quebrado. Porque oigo la calumnia de muchos; el miedo me asalta por todas partes, mientras consultan juntos contra mí, e idean quitarme la vida."
La calumnia se había ensañado en contra de David. Los calumniadores iniciaron su campaña de calumnias entre los enemigos de David. Esto hizo que los enemigos de David sientan repugnancia hacia él. David dice que fue objeto de oprobio por parte de sus enemigos. Los calumniadores prosiguieron su campaña de calumnias entre los vecinos de David. Los vecinos, al igual que los enemigos de David, dieron por verídicas las calumnias y David cayó en desgracia ante ellos. Por eso dice el texto que David fue objeto de más oprobio ante sus vecinos.
Esto debe haber causado mucho dolor a David. Siempre será doloroso ser blanco del desprecio de los vecinos. Pero los calumniadores fueron más allá.
Dice el texto que su campaña de calumnias llegó inclusive a los conocidos de David. Los aliados de David, los que habían prometido lealtad, dieron oído a las calumnias y terminaron creyéndolas. Consecuentemente se pusieron en contra de David. Dice el texto que David llegó a ser el horror de sus conocidos.
Hasta cierto punto, uno puede soportar el desprecio de los enemigos, aún de los vecinos, pero es muy difícil soportar el desprecio de los que son íntimos, de los conocidos, de los que prometieron lealtad. David estaba viviendo esta lacerante realidad. David se sentía como un leproso, porque la gente que le veía huía de él. Para muchos, David había muerto y le trataban como si no existiera. Otros le trataban como a basura, como a un vaso que se ha caído al suelo y se ha hecho mil pedazos. La calumnia tiene el poder de multiplicarse geométricamente. Comienza con uno que calumnia y luego son dos y después cuatro y más tarde ocho y así sucesivamente. Por eso dice David que eran muchos los que le calumniaban. Esto le hizo tener miedo, porque David llegó a saber que los calumniadores no estaban conformes con solo calumniarle sino que querían quitarle la vida. David no esconde sus emociones. David era de carne y hueso como Ud. y como yo y aquí lo tenemos confesando que está con miedo. Así es como se sentía David. No podía sentirse diferente, porque la calumnia es como filo cuchillo que se clava en la espalda.
La gran pregunta es: ¿Qué hizo David en semejante situación? Bueno, David echó tres miradas. La una hacia sí mismo, la otra hacia Dios y la otra hacia los calumniadores.
Veamos como se mira hacia sí mismo.
Salmo 31:9-10 dice: "Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy en angustia; se han consumido de tristeza mis ojos, mi alma también y mi cuerpo. Porque mi vida se va gastando de dolor, y mis años de suspirar; se agotan mis fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos se han consumido."
David se mira en un espejo. En su oración a Dios pide misericordia porque se hallaba angustiado a causa de la calumnia. David no esconde sus emociones, reconoce francamente que está cerca del fin de la cuerda. Las calumnias le hicieron derramar lágrimas, por eso dice que se han consumido de tristeza sus ojos. Su ser estaba bajo terrible sufrimiento. Aún su cuerpo estaba padeciendo dolor a causa de la tensión que estaba soportando. David veía que su existencia se estaba gastando en constante dolor. La tristeza y la angustia le conducían a suspirar profundamente. Probablemente se sintió tentado a abandonar todo y acabar con su vida. Quizá a esto ser refiere esa frase que dice: Se agotan mis fuerzas a causa de mi iniquidad y mis huesos se han consumido. En todo caso, David está en el profundo pozo de la desesperación y todo por los calumniadores.
Si queremos enfrentar las calumnias, debemos como David, reconocer que lascalumnias nos han hecho sufrir lo indecible. Si no logramos reconocer que estamos al borde de la quiebra a causa de las calumnias, no podremos seguir adelante en la lucha contra ellas.
Una vez que David echó una mirada hacia sí mismo, prosiguió echando su mirada a Dios.
Salmo 31: 14-16 dice: "Mas yo en ti confío, oh Jehová; Digo: Tú eres mi Dios. En tu mano están mis tiempos; líbrame de la mano de mis enemigos y de mis perseguidores. Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo; sálvame por tu misericordia."
En medio de una situación desesperada, David halla consuelo en Dios. El mundo estaba en contra de David, pero David no estaba liquidado. ¿Sabe por qué? Porque David había puesto su confianza en Dios. Aquí es donde comenzó a entrar la luz en las densas tinieblas que trajeron las calumnias. Solo Dios puede ayudar en el difícil sendero de las calumnias. No se saca nada provechoso en investigar quien es el que está pronunciando las calumnias ni en aclarar el motivo de las calumnias. Mientras más nos esforcemos por componer nuestra imagen por nosotros mismos más nos hundiremos en el pantano de las calumnias. Lo único que podemos hacer es lo que ha hecho David, es decir traer el caso ante Dios y dejar que él se haga cargo de la situación. David lo hizo con estas hermosas palabras: En tus manos están mis tiempos; líbrame de la mano de mis enemigos y de mis perseguidores. Los enemigos de David, los que inventaron las calumnias estaban seguros de que con las calumnias iban a tener a David en sus manos para hacer con él lo que ellos querían. Pero en un arrebato de fe, David dice: No señores, mis tiempos no están en sus manos sino en las manos de Dios. Qué hermoso pensamiento. El hombre puede maquinar cualquier cosa contra alguien que es de Dios, pero nada va a pasar sin el consentimiento de Dios. Nuestras vidas están seguras en las manos de Dios. El hombre puede pensar que es tiempo para que nosotros muramos, pero Dios dice: No, porque en mis manos están sus tiempos. El hombre puede pensar que es tiempo para que nosotros abandonemos la obra que Dios nos ha dado, pero Dios dice: No, en mis manos están sus tiempos. Qué bueno es poder confiar en un Dios en cuyas manos están nuestros tiempos. El sabe cuando es el tiempo para todo lo que tiene que ver con nosotros. David echó una mirada hacia sí mismo y hacia Dios.
Por último David echó una mirada sobre sus enemigos.
Salmo 31: 17 dice: "No sea yo avergonzado, oh Jehová, ya que te he invocado; sean avergonzados los impíos, estén mudos en el Seol"
Después de mirar a Dios, no hay problema con mirar al enemigo. El problema es mirar al enemigo antes que a Dios. Al mirar al enemigo, David pide a Dios no ser avergonzado, es decir que el enemigo no lo derrote, sino más bien que los enemigos sean avergonzados. Esto fue justamente lo que sucedió. La historia nos muestra que David fue exaltado sobres sus enemigos y Saúl y los demás calumniadores descendieron al sepulcro. Quizá Ud. está siendo víctima de las calumnias de la gente, a lo mejor no al grado que David lo fue, pero ciertamente es doloroso lo que Ud. está padeciendo. Yo le animo a mirarse a Ud. mismo, luego a mirar a Dios y por último a mirar a los calumniadores.