SALMO 30
La sobre escritura de este salmo dice lo siguiente: "Salmo cantado en la dedicación de la casa. Salmo de David"
De esto se desprende que el autor del salmo es David y que este salmo fue cantado, quizá por primera vez, cuando se dedicó a una casa. No se puede saber exactamente a qué casa se refiere. Puede haber sido la tienda en la ciudad de David en la cual se colocó temporalmente el arca del testimonio, o puede haber sido la casa en la cual moró David. En todo caso, el tema central de este salmo gira alrededor de alguna enfermedad que padeció David y de la cual fue sanado por el Señor. Esta intervención milagrosa de Dios movió a David a escribir este salmo de agradecimiento que vino bien cuando se quiso expresar gratitud a Dios en la dedicación de la casa. Como es frecuente en la vida de David, las adversidades no fueron consideradas por él como infortunios sino como oportunidades para que Dios muestre su poder. De la enfermedad que padeció, David pudo aprender algunas lecciones importantes que nos ha dejado en este salmo.
En primer lugar, David aprendió que se debe agradecer a Dios cuando recibimos de él la sanidad.
Salmo 30: 1-3 dice: "Te glorificaré, oh Jehová, porque me has exaltado, y no permitiste que mis enemigos se alegraran de mí. Jehová Dios mío, a ti clamé, y me sanaste. Oh Jehová, hiciste subir mi alma del Seol, me diste vida para que no descendiese a la sepultura"
Bueno, David se encontraba en una crítica situación. Como decimos hoy en día, estaba al borde de la muerte. David se daba ya por muerto, pero Dios intervino y no murió. Por eso dice que su alma subió del Seol o del lugar de los muertos. En su gracia Dios permitió que David no descienda a la sepultura. En medio de su enfermedad, David clamó a Dios por sanidad y en respuesta Dios le otorgó la sanidad a su cuerpo. Una vez sano, David clama nuevamente a Dios, esta vez no para pedir, sino para agradecer. David glorifica a Dios por haber sido exaltado y porque Dios no permitió que los enemigos de David se gocen en su desgracia. De esto podemos aprender mucho, amigo oyente. Cuando estamos enfermos bombardeamos a Dios con pedidos por sanidad. En algún momento Dios oye nuestra oración y nos envía sanidad, bien sea milagrosamente o por medio de la intervención de los médicos y la medicina, pero cuando recibimos el favor de Dios, nos olvidamos de agradecerle. Cuando Jesús estaba en este mundo en forma humana, sanó a diez leprosos de esa terrible enfermedad. Nueve de los diez leprosos sanados se dieron por bien servidos y jamás agradecieron a Jesús por el favor recibido, solamente uno de los diez leprosos sanados regresó a Jesús para agradecer. Desafortunadamente una proporción semejante de mal agradecidos se mantiene hasta hoy día. Quizá no me equivoque al decir que de diez personas que reciben beneficios de diversa índole de Dios solamente una expresa a Dios el debido agradecimiento. David no fue mal agradecido y por eso lo vemos agradeciendo a Dios por haber sido sanado.
En segundo lugar, David aprendió que el sufrimiento por cualquier causa, dura poco en relación a la dicha que es segura para todo hijo de Dios.
Salmo 30: 4-5 dice: "Cantad a Jehová, vosotros sus santos, y celebrad la memoria de su santidad. Porque un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría"
Un dicho popular afirma que Dios aprieta pero no ahoga. Algo así está afirmando el salmista. Vemos que David está gozoso, invitando a todos los santos a cantar a Jehová y a celebrar la memoria de su santidad. La razón para tanto gozo es porque la ira de Dios dura poco, pero el favor de Dios dura toda la vida. Parece que la enfermedad que David estaba padeciendo tenía que ver con algún pecado que él había cometido, y por eso la enfermedad era una forma de disciplina por parte de Dios. De todas maneras, esta disciplina de Dios en forma de enfermedad no es para siempre sino que en su tiempo será quitada por Dios porque el favor de Dios dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría. Puede ser que usted esté justamente en estos momentos en la negra noche de la prueba, del sufrimiento, del dolor, de la incomprensión, de la enfermedad, de la soledad, del temor, etc. No se desanime. Lo que ha venido a su vida es de beneficio para usted aunque sea doloroso y usted no lo pueda comprender por ahora. Pero esta situación no será así para siempre. Pronto terminará la noche y se abrirá paso la luz del día. Pronto terminará el sufrimiento y se abrirá paso la alegría.
En tercer lugar, David aprendió que es peligroso el depender del bienestar material.
Salmo 30: 6-7 dice: "En mi prosperidad dije yo: No seré jamás conmovido, porque tú, Jehová, con tu favor me afirmaste como monte fuerte. Escondiste tu rostro, fui turbado"
David llegó a ser muy próspero en todo sentido. Jehová le colmó de beneficios increíbles. Cuando David se vio rodeado de grandeza, se enalteció en su corazón y pensó que jamás sería conmovido. Pues bien, la palabra de Dios dice que el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido. No es extraño por tanto que David haya sido humillado. Por eso el texto dice que Dios escondió de él su rostro y consecuentemente, David se vio turbado. Este verbo, turbado, da la idea que David estaba en serios problemas. La enfermedad que padeció fue parte de esos problemas. A veces Dios utiliza una enfermedad para obligarnos a bajar la cabeza que el orgullo hizo que la mantengamos erguida.
En cuarto lugar, David aprendió a apreciar el privilegio de alabar a Dios en compañía de otros seres vivientes.
Salmo 30: 8-10 dice: "A ti, oh Jehová, clamaré, y al Señor suplicaré. ¿Qué provecho hay en mi muerte cuando descienda a la sepultura? ¿Te alabará el polvo? ¿Anunciará tu verdad? Oye o Jehová, y ten misericordia de mí; Jehová, sé tu mi ayudador."
David está clamando a Dios y en su clamor está razonando con Dios sobre el beneficio de estar en este mundo para alabar a Dios junto a otros seres vivientes. A veces tomamos a la ligera el privilegio que tenemos para alabar a Dios en compañía de otros seres mortales como nosotros. Una vez muertos, no podremos hacerlo, aunque ciertamente la Biblia nos enseña que alabaremos a Dios, pero no en compañía de seres mortales sino de seres inmortales. La enfermedad en David le ayudó a apreciar el estar en este mundo para alabar a Dios y anunciar a los demás la verdad de Dios.
En quinto lugar, la enfermedad enseñó a David a alabar a Dios con el alma.
Salmo 30: 11-12 dice: "Has cambiado mi lamento en baile; desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría. Por tanto, a ti cantaré, gloria mía, y no estaré callado. Jehová Dios mío, te alabaré para siempre."
David pasó del pozo profundo de la angustia a la cumbre gloriosa de la tranquilidad que solamente Dios sabe dar. Este hecho motivó a David a alabar a Dios de corazón, no de labios fingidos o por compromiso como a veces nos ocurre a nosotros. De una forma poética, David describe los contrastes de su situación. Antes se hallaba en lamento, ahora se encuentra en baile. Antes se encontraba vestido de cilicio, ahora se encontraba vestido de alegría. En su presente estado de ánimo, lo único que podía hacer es cantar a Jehová quien es su gloria. Callar en momentos así sería un crimen. David se resiste a permanecer callado. Por eso termina diciendo : Te alabaré para siempre.
Quizá usted esté pensando que David está exagerando un poco. Pero si vemos lo que Dios hizo con David, llegaremos a la conclusión que menos de eso es imposible. Dios ha hecho mucho más por nosotros. Dios no ha sanado de esa enfermedad llamada pecado. Lo menos que podemos hacer es aprender de David quien alabó al Señor con el alma. ¿Está usted alabando así a su Señor?.