SALMO 27
Este es uno de los salmos favoritos de mucha gente. Es uno de mis favoritos ciertamente. Este salmo es como un bálsamo para el alma atribulada. La sobre escritura de este salmo nos da a conocer que el autor del mismo es David. Lo que David ha escrito en este salmo es su testimonio personal de como fue auxiliado por Dios cuando se encontró en tribulación. Pero este salmo adquiere ribetes de mayor grandeza cuando lo examinamos a la luz del auxilio que recibió nuestro amado Salvador en su pasión y muerte. Por ejemplo Lucas 22:53 nos relata que cuando Jesús fue arrestado dijo lo siguiente:
"Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas."
Pero para sus adentros, Jesús debe haber estado meditando en el Salmo 27:1 donde dice:
"Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?”
Para Jesús, Dios era su luz en medio de las tinieblas en las que se encontraba. Dios era también su salvación de los feroces enemigos que le acorralaban. Dios era su fortaleza, de modo que nadie podía hacerle más daño que el que Dios en su soberanía lo permitiera. Por eso, Jesús no tenía de qué temer en absoluto. Esta es la confianza que Ud. y yo necesitamos en momentos de prueba. Cuando Jesús preguntó a sus captores: “¿A quién buscáis?” La respuesta fue: “A Jesús Nazareno”. Jesús entonces respondió: “Yo soy”. Al instante sus captores retrocedieron y cayeron a tierra. En este momento, quizá Jesús estaba meditando en lo que dice el Salmo 27:2
"Cuando se juntaron contra mí los malignos, mis angustiadores y mis enemigos, para comer mis carnes, ellos tropezaron y cayeron."
Más adelante, el Nuevo Testamento nos muestra que hubo una gran confabulación de los enemigos de Jesús para arrestarlo. Allí estaban los fariseos, los saduceos, los principales sacerdotes, los escribas, los siervos del templo, los guardas del templo, etc. Era como un ejército en contra de un solo hombre. En esas circunstancias, Jesús pudo haber estado meditando en lo que dice el Salmo 27:3
"Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado."
Esto es lo que Ud. y yo necesitamos en este preciso instante. Las pruebas son como ejército contra un solo hombre, pero no hay por qué temer. Como Jesús, nosotros también podemos decir: No temerá mi corazón, aunque se levante en guerra todo un ejército contra mí solo, yo estaré confiado. Una vez que Jesús fue arrestado, Pedro quiso defender a Jesús tomando una espada. Jesús increpó a Pedro diciendo: “Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?” En estos momentos es probable que Jesús estaba pensando en Salmo 27:4 donde dice:
"Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo."
El salmista está determinado a una sola cosa. Hacer la voluntad de Dios. Fuera de esto no le interesaba nada más. Jesús hizo lo mismo y lo mismo espera Dios de todos los que somos sus hijos. Posteriormente, la compañía de soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron. Para el testigo casual esto hubiera significado el trágico final de la misión de Jesús en este mundo, pero Jesús bien pudo haber estado repitiendo las palabras del Salmo 27:5
"Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto.”
No importa que a los ojos de los hombres estemos liquidados. Lo que importa es qué es lo que ha prometido Dios. La promesa de Dios es que nos va a esconder en su morada y de allí nadie nos puede sacar. Ninguno que teme a Dios va a ser probado más allá de lo que Dios en su soberano propósito lo permite. Acto seguido, Jesús fue llevado ante Caifás, quien anteriormente había aconsejado que era conveniente para el bienestar de la nación el que Jesús muera. Jesús debe haber estado pensando que si bien iba a morir, sin embargo la muerte no iba a ser el final para él. Su mente debe haber volado hacia lo que nos dice el Salmo 27:6
"Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean, y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo; cantaré y entonaré alabanzas a Jehová."
Qué interesante. En medio del dolor, en medio de la tragedia por lo que se venía más adelante, la mente de Jesús no estaba en su humillación sino en su exaltación. Nosotros podemos actuar de la misma manera. Las pruebas no son para nuestro mal, sino para nuestro bien. Cuando enfrentamos momentos difíciles en nuestras vidas, no tenemos que poner nuestra mirada en el sufrimiento o en el dolor sino en el resultado que este sufrimiento o dolor producirá en el futuro. El resultado será siempre bueno. Por eso nos aconseja la palabra de Dios a tener por sumo gozo cuando nos hallemos en diversas pruebas. Inmediatamente se procedió a inventar alguna acusación a Jesús para poder matarle. La acusación tomó la forma de blasfemia. Los verdugos de Jesús dijeron entonces: “Ha blasfemado. ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí ahora mismo habéis oído su blasfemia. ¿Qué os parece?” La gente allí presente respondió: “Es reo de muerte”. Se acercaba la hora crucial para Jesús. Pero Jesús no se desesperó. En su mente debe haber elevado una plegaria a Dios en los términos que aparece en el Salmo 27:7-9:
"Oye, oh Jehová, mi voz con que a ti clamo; ten misericordia de mí, y respóndeme. Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová; no escondas tu rostro de mí, no apartes con ira a tu siervo; mi ayuda has sido. No me dejes ni me desampares, Dios de mi salvación"
En la hora más negra de su existencia en esta tierra, Jesús se refugió en su Padre. Solo allí podía encontrar consuelo para su alma. Igual es con Ud. Solo Dios puede proveer el consuelo que Ud. necesita en este instante. No aparte su mirada de él. En los momentos de dolor, los más cercanos de Jesús le dieron las espaldas. Jesús debe haberse sentido muy solo, pero allí seguramente vinieron a su mente las palabras del Salmo 27:10 donde dice:
"Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá."
Confiar en el hombre es altamente riesgoso. Aún nuestros más allegados pueden llegar a darnos las espaldas. Pero existe alguien que nunca nos abandonará. Ese es Dios. Él es el único digno de confiar. Jesús lo sabía y eso es lo que pensaba en la hora que fue abandonado por los suyos. Para cumplir con las formalidades y poder matar a Jesús era necesario acusarle de algo. Los asesinos de Jesús tenían mucha dificultad en encontrar al menos dos testigos falsos cuyo testimonio coincida. Jesús fue testigo de una andanada de falsos testimonios. En esos momentos la mente de Jesús debe haber ido al Salmo 27:11-12 donde dice:
"Enséñame, oh Jehová, tu camino, y guíame por senda de rectitud a causa de mis enemigos. No me entregues a la voluntad de mis enemigos; porque se han levantado contra mí testigos falsos; y los que respiran crueldad."
El deseo del salmista es vivir en santidad. Pide a Dios que no sea presa de sus enemigos que con falsos testimonios buscan su vida. En algún momento, Jesús fue presentado por Pilato ante el pueblo. Pilato preguntó a la multitud: “¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo?” Todos le dijeron: “Sea crucificado”. Estas fatídicas palabras significaban la muerte para Jesús. Pero Jesús no perdió la esperanza. Seguramente su mente fue más allá de su inminente sufrimiento. Debe haber estado pensando en las palabras del Salmo 27:13 donde dice:
"Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes."
La muerte de Jesús sirvió para que el hombre pecador pueda reconciliarse con Dios. Esto fue lo que motivó a Jesús a soportar horrendo castigo. El salmista termina su salmo con una exhortación general. El Salmo 27:14 dice:
"Aguarda a Jehová, esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Sí, espera a Jehová."
Si Ud. está en medio del fuego de la prueba, este es un buen consejo para Ud. No se desespere. Aguarde a Jehová. Esfuércese sabiendo que Jehová está en control de la situación. Deje que este pensamiento traiga ánimo a su corazón. No desmaye. Espere a Jehová.