SALMO 22 (PRIMERA PARTE)
Si tiene la Biblia a la mano, ábrala en el salmo 22. Este es el salmo mesiánico más sobresaliente del libro de Salmos. Recuerde que un salmo mesiánico es aquel en el cual se profetizan eventos que más tarde fueron cumplidos por el Señor Jesucristo en su primera venida o que serán cumplidos por el Señor Jesucristo en su segunda venida. El Nuevo Testamento contiene al menos quince referencias a este salmo y con mucha razón, la iglesia primitiva solía calificar a este salmo como el quinto evangelio. En esencia, en este salmo encontramos un drástico cambio de actitudes. Los primeros 21 versículos contienen lo que podríamos llamar un triste lamento, mientras que los últimos 10 versículos contienen lo que podríamos llamar una alegre alabanza. Con esta idea en mente, hagamos un breve análisis del contenido de este salmo.
Lo que primero notamos es la sobre escritura.
Dice textualmente: " Al músico principal; sobre Ajelet-sahar. Salmo de David".
Esta es una instrucción para el director del coro. Debía saber que este salmo se cantaba en lo que se ha denominado Ajelet-sahar, lo cual significa la sierva de la aurora o la sierva del alba. Seguramente una alusión a la melodía con la cual se debía cantar el salmo. También vemos que el autor del salmo fue David. Dicho esto, consideremos la primera parte del salmo 22, el triste lamento. ¿Por qué se expresa el salmista con tan triste lamento?
En primer lugar porque se sentía desamparado.
Salmo 22: 1-2 dice: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?. Dios mío, clamo de día, y no respondes; y de noche, y no hay para mí reposo"
La situación que estaba atravesando David era sumamente grave. Tan grave que se sentía como si estuviera desamparado, no solo de los suyos sino inclusive de Dios. En su angustia por la gravedad de su situación, David pregunta a Dios: ¿Por qué me has desamparado? Luego prosigue con su interrogante a Dios diciendo: ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor? David se sentía como si la solución de sus problemas fuera imposible y como si Dios se hubiera desentendido totalmente de él. El clamor diurno y nocturno de David no estaba siendo escuchado por Dios y eso le hacía sentir totalmente inquieto, al punto que no hallaba reposo en ningún momento. Todo esto fue la experiencia de David en algún momento de su vida, pero lo que seguramente David no sabía, es que por el poder del Espíritu Santo, David estaba describiendo con precisión el estado de ánimo de Aquel que un día futuro iba a ser colgado de un madero. Por esto es que el Nuevo Testamento registra que estando Jesús en los horrores del suplicio sobre el madero, cuando la naturaleza cubrió con un negro manto la trágica escena, Jesús exclamó desde lo más profundo de su ser: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Así es, Jesús se sintió desamparado sobre la cruz. Jesús fue víctima inocente del desamparo, primero de la gente a quien vino a servir, después del círculo de amigos que le acompañaron noche y día por más de tres años. Después de aquellos de los suyos que le prometieron estar con él hasta la muerte y finalmente por su propio Padre. Sí, mi querido amigo. Jesús fue desamparado de todos. ¿Sabe por qué? La razón descansa en el hecho que Jesús se hizo pecado para salvar del pecado a los que creen en él. 2 Corintios 5:21 dice que "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios, en él" Cuando Cristo se ofreció a sí mismo en el madero por el pecado, él mismo se hizo pecado y por eso el Padre tuvo que darle las espaldas y Jesús sintió el filo puñal de la más absoluta soledad clavándose en su ser. Qué ironía. El Padre tuvo que desamparar a su Hijo para ampararnos a nosotros. El Hijo tuvo que ser desamparado de su Padre para que nosotros seamos amparados por su Padre. Ese fue el precio que se tuvo que pagar para poder ser salvos.
De modo que, volviendo al Salmo 22, David expresa su triste lamento porque en primer lugar se sentía desamparado.
En segundo lugar, porque se sentía desilusionado. Es terrible sentirse desilusionado, ¿verdad? David esperaba tanto de Dios. La historia le apoyaba plenamente para confiar en Dios, sin embargo, allí estaba, abrumado por el problema, desamparado y desilusionado.
Salmo 22: 3-8 dice: "Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel. En ti esperaron nuestros padres; esperaron y tú los libraste. Clamaron a ti, y fueron librados; confiaron en ti, y no fueron avergonzados. Mas yo soy gusano, y no hombre; Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. Todos los que me ven me escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: Se encomendó a Jehová; líbrele él, sálvele, puesto que en él se complacía."
David conocía a Dios y sabía lo que Dios había hecho con sus antepasados. El Dios en quien confiaron sus antepasados era el mismo Dios en quien él confiaba. Sus antepasados no fueron avergonzados sino que fueron librados. Pero David no podía comprender por qué no estaba siendo él también librado y esto le tenía desilusionado. En lugar de ser librado de sus enemigos, David era como un gusano ante ellos. David era el objeto del oprobio de los hombres. David fue despreciado por el pueblo . La gente que le veía le escarnecía o se burlaban de él. Algunos estiraban la boca delante de él. Esta expresión es la traducción de una frase que literalmente significa separar el labio. Se piensa que esta frase da a entender que le hacían muecas o que insultaban o que escupían. Los enemigos de David también meneaban la cabeza diciendo: Se encomendó a Jehová; líbrele él, sálvele, puesto que en él se complacía. Este fue un ataque muy artero contra David, porque cuestionaba su fe. Siempre será doloroso que alguien cuestione nuestra fe juzgando por lo que nos está pasando.
Hace algún tiempo atrás conocí a un próspero negociante incrédulo. Un buen día, este próspero negociante escuchó el evangelio, reconoció su necesidad de salvación y puso su fe en Cristo como su personal Salvador. Casi inmediatamente, el negocio de este hombre comenzó a tambalear. Los amigos de este hombre cuestionaron su fe. El razonamiento fue simplemente éste: Has confiado en Dios y mira, allí estás, al borde de la quiebra. Olvídate de Dios y vuelve a ser el de antes. Siempre será difícil combatir contra este argumento. Pero gracias a Dios que este hombre perseveró y a pesar del vaivén de la vida se mantuvo fiel al Señor.
David vivió en carne propia esta experiencia. ¿Pero quien vivió más intensamente esta ofensa?. Fue nuestro amado Salvador, antes de su crucifixión y durante su crucifixión. Antes de su crucifixión, Jesús no era sino un gusano para muchos de sus contemporáneos, principalmente para los escribas y fariseos. Estas personas pensaban que podían aplastar a Jesús como alguien aplasta un gusano con el pie. Jesús fue el oprobio de los que El amó. Jesús fue despreciado del pueblo. Ante Pilato, el pueblo tuvo la oportunidad de escoger entre Jesús y el peor criminal de su época. Por mayoría absoluta, el pueblo escogió al peor de los criminales y pidió la crucifixión para Jesús. Una vez arrestado, Jesús fue escarnecido por los de su nación y por los gentiles. Jesús fue azotado, golpeado, escupido, desnudado y coronado de espinas. Nadie ha padecido tanto como él. Finalmente sufrió el peor de los suplicios. Fue clavado a una cruz de verguenza, reservada para los criminales de la peor calaña. Estando en tormento sobre aquel madero, la gente que rodeaba la cruz le escarnecía meneando la cabeza. Mateo 27: 41-44 dice: "De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: A otros salvó, a si mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios, líbrele ahora si le quiere, porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él."
Sí, David tuvo su dosis de oprobio, desprecio y burla, pero nadie como Jesús. El salmo 22 fue escrito por David unos 1000 años antes de la primera venida de Cristo y lo que David escribió inspirado por el Espíritu Santo se cumplió exactamente en la pasión y muerte de Cristo. Por esto el salmo 22 es un salmo mesiánico. Jesús fue desamparado por el Padre para que el Padre pueda ampararnos a nosotros, pecadores condenados a castigo eterno en el infierno.
¿Ha recibido Ud. a Jesús como su Salvador personal? Si no lo ha hecho, Ud. todavía no ha encontrado el amparo de Dios y lo que le espera es condenación eterna. En el nombre de Cristo yo le invito por tanto a que hoy mismo usted reciba a Cristo como su personal Salvador y llegue a estar amparado por Dios. Recuerde que el Padre desamparó al Hijo para que usted pueda ser amparado por el Padre.