LA SALVACIÓN SEGÚN EL ISLAM Y CRISTIANISMO
En cuanto al pecado, los Musulmanes creen que el hombre viene al mundo en un estado de pureza y lo que llega a ser después depende de las circunstancias. Esto difiere absolutamente de lo que la Biblia enseña acerca de la condición espiritual de toda persona que nace en este mundo.
La Biblia dice que el hombre es pecador por naturaleza. Según la Biblia, el hombre peca porque es pecador. No es pecador porque peca.
En lo que respecta a la salvación, los Musulmanes creen que se salvan por medio de las buenas obras. Las obras de todo Musulmán son puestas en una balanza. Si la balanza se inclina hacia el lado de las buenas obras, ese Musulmán irá al paraíso. Si la balanza se inclina hacia el lado de las malas obras, ese Musulmán irá al infierno.
La salvación por obras se hace muy evidente en la idea Musulmana de que los que mueren en la Jihad o guerra santa, entran directamente al paraíso. Por esta razón, muchos Musulmanes están totalmente dispuestos a ofrendar su vida por la causa del Islam.
Con respecto al destino eterno después de la muerte, los Musulmanes describen de la siguiente manera lo que va a pasar: Cuando el juicio se acabe, los destinados al infierno o al paraíso tendrán que pasar por un puente angosto que conduce a su destino final. El puente está hecho de tal manera que los favorecidos lo atravesarán con facilidad mientras que los no favorecidos caerán al infierno.
Norman Anderson, describe el concepto Musulmán del paraíso en estas palabras: Después del juicio de las obras, algunos entrarán al paraíso, donde se reclinarán en suaves sillones bebiendo copas repletas de vino servidas por las Huris o damas del paraíso, las cuales están a disposición de los hombres para ser tomadas como esposas en la cantidad que los hombres quieran.
Otros serán condenados a los tormentos del infierno. Parece que todos, tendrán que pasar por el fuego temporalmente, pero ningún verdadero Musulmán quedará allí para siempre.
Cuán diferente es lo que la Biblia enseña. Según la Biblia, la salvación depende de la decisión que el hombre tome acerca de lo que hizo Jesús en la cruz por él. Si el hombre recibe a Cristo como su Salvador será eternamente salvo y cuando salga de este mundo inmediatamente estará en la presencia inmediata de Dios en el cielo.
En cambio si el hombre rechaza a Cristo como su Salvador y sale de este mundo en esas condiciones, inmediatamente estará en tormento en fuego.
Ni El Corán, ni Mahoma pueden darle a nadie la seguridad de que sus pecados han sido perdonados mientras se encontraba aquí en la tierra.
Tampoco pueden proveerle seguridad de vida eterna después de la muerte o que va a morar en un lugar en el cielo.
En cambio, las credenciales de Jesús de Nazaret, el hombre, son auténticas y abrumadoras. Los profetas de la antigüedad profetizaron su venida más de 300 veces, predicciones que Jesús cumplió fielmente desde su nacimiento, muerte, hasta su resurrección. Nuestro Padre Celestial confirmó su relación con su Hijo. Los hechos milagrosos que obró, confirmaron su poder. Asimismo el Espíritu Santo clarifica esta verdad de la cual los apóstoles y el Nuevo Testamento testificaron poderosamente.
Jesús, es Dios. A lo largo de la historia han sido muchos los que se han autoproclamado dioses, pero esta fue la única ocasión en que el Dios Hombre vino a la tierra. Esto era necesario, tal como le dijera el ángel a José: "Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mateo 1:21). Jesucristo vino para salvarlo a usted y a mí de la muerte eterna en el infierno para llevarnos a vida eterna en el cielo.
Vino para salvarnos de las tinieblas y traernos luz y cambiar el odio en amor. Tal como nos dijo: "... Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia"(Juan 10:10).
Escuche las propias palabras del Señor: "Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido" (Lucas 19:10).
La palabra que se traduce como "perdido" en el texto original griego, es la misma que se usa para "pecador", ya que la Palabra de Dios declara, que "Por cuanto todos pecaron están destituidos de la gloria de Dios" (Romanos 3:23).
Juan el Bautista evaluó a Jesús con estas palabras: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan l:29).
El Apóstol Pedro declaró en Hechos 4:12, "Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en que podamos ser salvos".
Pero... ¿Cómo pudo ser eso posible? Por sustitución. Ocupó nuestro lugar. El primer Adán libró la batalla y la perdió y con él toda su descendencia, mientras que el segundo Adán, luchó y ganó para que pudiéramos ser santos e hijos de Dios. La tragedia de la cruz se convirtió en un triunfo del crucificado.
Quien no cometió pecado, se hizo pecado por nosotros para que pudiéramos experimentar el perdón de Dios mediante arrepentimiento y fe.
¿Por qué los judíos antiguos ofrecían la sangre de los sacrificios en el templo? Incluso el propio Corán, fomenta los sacrificios, porque "...sin derramamiento de sangre no se hace remisión" (Hebreos 9:22).
Todos los sacrificios de animales señalaban al sacrificio final, al sacrificio de Jesús, el Cordero de Dios, cuya sangre cubre todos los pecados y los remueve totalmente.
"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras para que nadie se gloríe" (Efesios 2:8,9).
¿No es maravilloso? Las buenas obras que Dios espera que hagamos, son una consecuencia de nuestra salvación, no una forma de ganarla.